En otra vida desearía ser crítico musical. Algunos amigos lo son, y los que no lo son, tienen oído y conocimientos más que suficientes para serlo. Sin proponérselo, entre unos y otros han despertado a la fan que hay en mí, capaz de reprogramar las vacaciones para ir a Estocolmo a ver a Hurts y a Robyn o pagar 800 euros para escuchar en directo a Twoo Door Cinema Club y Gorillaz; un viaje de trabajo me obligó a renunciar al Primavera Sound, y no iba a permitir que sucediera los mismo con el Sónar. El viernes estaban programados Hot Chip, LCD y 2many DJ's. Sólo diré que cumplieron con su cometido. Era la segunda vez que veía a los primeros y su nerd pop no falla a la hora de ponerte una sonrisa en la cara.
El sábado un problema de timming puso muy difícil que llegásemos a Jónsi (para cuando Roxy Music se despedía de sus frustrados pero felices espectadores/acólitos entre los que, por supuestísimo, me encontraba, al cantante de Sigur Rós le quedaban escasos minutos).
Dizzee Rascal hizo que me tuviera que tragar mi discursito de que el único sonido que me gusta es la new wave y el post punk, porque desde que los chicos empezaron a rapear, el vacío dejado por el Sr. Ferry, que no quiso complacernos con Slave to Love o More than this, pasó a un plano secundario. Como los Fuck Buttons; después de escuchar Bonkers, del SonarClub no me movía nadie. ¿Mathew Herbert y Dj Hell? También estuvimos, pero me temo que no soy tan avanzada.
Por Ana F. Parrilla. Directora de Belleza de Harper's Bazaar.
Imagen: Bryan Ferry en el concierto de Roxy Music. Sónar 2010.
Lo peor de los festivales es sacar la fuerza de voluntad para desplazarse de una "escenari" a otro... ¡qué pereza! Tu opción de quedarte con Rascal me parece inspirada. Y más que avanzada!
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