Recepción del Hotel NH Porta Rossa Fachada del Hotel NH Porta Rossa Son las 9 de la mañana y despierto en el hotel más antiguo de Italia, hoy recuperado por NH y llamado NH Porta Rossa. El viaje no se ha hecho muy duro con
Alitalia y las ojeras no son ni la mitad de extensas que en Madrid. Una gran lámpara quatrocentesca salpicada de amapolas doradas intercepta la blancura del estucado en mi habitación del
NH Porta Rossa. Los más de 700 años de esta joya del renacimiento centellean desde las paredes, repletas de frescos de más de 600 años.
Las habitaciones son todas diferentes entre sí y están plagadas de detalles renacentistas Pero tengo hambre. Tras disfrutar de un surtido buffet y dar buena cuenta de las tostadas con pomodoro y aceite de oliva, salgo al vestíbulo y contemplo la gran puerta roja que le da nombre al edificio. La misma puerta roja que había en el siglo XIV cuando miles de transeúntes de toda Italia se aproximaban a "la locanda del camello" para pernoctar en caliente; la misma puerta roja que atravesó Lord Byron cuando se alojó aquí y la misma puerta roja que cruzó el genio de la arquitectura Baccio d´Agnolo cuando Bartolomeo Bartolini, dueño del palacio a partir de 1477, le encargó reformarlo por completo.
Comedor del Hotel Lo primero que me encuentro al salir es la
Piazza degli Strozzi, que ya veía desde mi habitación. Y así, inmediatamente, aparezco en
Via Tornabuoni, a la izquierda me encuentro con el museo de Salvatore Ferragamo, donde el diseñador empezó cosiendo zapatos y que ahora se extiende y se extiende tiñendo de sepia toda la esquina hasta el
Ponte Santa Trinitá.
Via Tornabuoni es como la quinta avenida florentina. Y se nota. Todos los grandes están aquí: Dior, Prada, Isabel Marant, Max Mara, Chanel, Moschino, etc., etc., etc. Me detengo en el
Olfattorio, un local exclusivo donde, tras examinarme y hacerme algunas preguntas, la dependienta me entrega un frasquito donde aparece escrito
muse et mute y me susurra: "ésta eres tú". Y conmigo misma en mi bolso me encamino a la siguente parada, a menos de 10 minutos del hotel: la
Plaza della Signoria. El sol se refleja en el
Palazzo Vecchio y en la
Galería degli Uffizi; la misma que un día observaran los Médici desde su fortaleza, situada en la misma plaza y donde ahora se alza esa especie de Corte Inglés italiano que es la
Rinascente.
Piazza della Signoria Surtido de aromas en "Il Olfattorio"
Pero Florencia hay que verla entera. Así que me encamino de nuevo al hotel para encaramarme en lo alto de la joya principal del NH Porta Rossa: la "Torre Monalda", también llamada la "roñosa" o "la difícil" y hoy en día la "master suite". Y lo cierto es que lo que se ve desde aquí es difícil de explicar. Quizás sea algo parecido a lo que sufrió Stendhal cuando entró por primera vez en Santa Croce y le faltó el aire de puro éxtasis. TODA Florencia está ante mis ojos: 360 grados de acristalado desde donde diviso el
Palazzo Vecchio, la
Chiesa di San Firenze, el
Palazzo Pitti y así hasta 11 joyas arquitectónicas del renacimiento en la misma panorámica.
Pero no me voy de aquí sin comprarme algo y para ello nada mejor que el
Mercato di San Lorenzo con su olor a cuero, a
pelle y a camiseta turística. Está anocheciendo. La visita acaba con panino con truffa en
Procacci, el restaurante de
Fast Food más antiguo de Italia, situado en
Via Della Spada, justo al lado de una cafetería del año 1800 donde un niño llamado Roberto Cavalli pasó toda su infancia y que ahora acaba de comprar. Y me despido con un Capuccino en el Café
Giubbe Rosse, donde se fraguó parte de la historia de la literatura italiana y donde Papini y Soffici, ahogados entre reliquias del Renacimiento, decidieron imaginar el futurismo Italiano.
Y con los zapatos ahuevados por el empedrado y el olor a cuero aún rezumante, regreso al Palazzo Porta Rossa. Hay una historia que cuenta que el Papa Clemente VI declaró a Dante Alighieri (piedra angular de la literatura florentina)
Ignavi, es decir, indigno incluso de ir al infierno y condenado a vagar por toda la eternidad. No sé por dónde será que vagan los
Ignavi, pero si es por Florencia, ya pueden darse con un canto en los dientes.
Vista de Florencia desde la "Torre Monalda", máster suite del NH Porta Rossa Livia Mirón